Hoy desperté alegre, descansada y con una sensación de serenidad que no puedo explicar muy bien con palabras. Mi cuerpo se siente liviano.
Me invade una profunda gratitud hacia la vida y todo lo que hoy puedo disfrutar. Eso incluye familia, amistades genuinas, personas que se han sumado al camino, una red de apoyo, proyectos energizantes, tiempo de descanso, baile, comida rica, salud, amor en todas sus formas, hogar y una lista larga de experiencias y momentos mágicos que no caben aquí.
Hace un año mis circunstancias eran muy distintas. Para estas fechas, había terminado de escribir el primer borrador de mi manuscrito, lo cual revolcó cinco años de memorias que estaban guardadas en mi ser; algunas difíciles y dolorosas y otras muy gratificantes. Además, transitaba el duelo de la partida física de mi tío Luis Guillermo (tío Papo), y andaba tratando de sostener una relación de pareja que, a pesar de ser muy significativa para mí, me llevó hasta el peor y más tóxico de los extremos.
En ese diciembre fui Grinch, lo reconozco. Era válido. No siempre celebro la Navidad con el mismo entusiasmo ni de la misma manera. Hay temporadas del año en las que puedo sentir felicidad y gozo por todas partes, y otras donde no me apetece celebrar nada. Eso no significa que no esté agradecida con la vida. Simplemente soy humana. No siempre se está de fiesta, con alegría rampante ni con el positivismo a tope.
Sin embargo, para mí, este diciembre se siente diferente. No tengo la vida resuelta o perfecta, pero disfruto dinámicas y experiencias mucho más saludables que las de hace un año. A pesar de las dificultades y los vaivenes emocionales del día a día, ha sido un mes divertido.
La relación de pareja que tanto traté de sostener terminó en enero, y eso ha marcado un antes y un después en mi vida. Aunque mis intenciones siempre fueron aportar lo mejor y crecer en esa relación, he aprendido a aceptar que no puedo controlar la manera en que otros reciben lo que doy, y que ninguna relación se sostiene con el esfuerzo de una sola parte. Se necesitan dos personas remando en una misma dirección y con el mismo interés de crecer.
Uno de los regalos intangibles que hoy celebro es, precisamente, la capacidad que he desarrollado para elegir mi paz y mi bienestar por encima de todo. Me he permitido vivir este duelo en todas sus etapas. A pesar de que ha sido un proceso profundo, doloroso e intenso (por muchas razones), también ha abierto espacio para que otras experiencias puedan nacer.
El respeto, el valor, el amor, el lugar, el tiempo, las atenciones y todo lo que pedí mientras estaba en aquella relación, me lo he dado yo durante este profundo proceso de sanación.
Hoy agradezco lo que fue y lo que ya no es. Todas las relaciones nos vienen a enseñar algo. Y aunque todavía estoy transitando emociones incómodas de este proceso, y descifrando los aprendizajes que esto dejó, definitivamente me llevo la satisfacción de saber que tengo mi consciencia tranquila.
En temas de proyectos, mi manuscrito ya está casi listo para pasar a las fases de diseño y publicación. He dedicado más de diez meses a editar y revisar cuidadosamente el contenido de esa obra que, más allá de reseñar mi camino como emprendedora y mujer, ha sido otra herramienta de sanación para mí.
La escritura y edición de esa memoria autobiográfica, me ha permitido conocerme mejor, reafirmar mis valores, reconocer en qué aspectos necesito mejorar, sanar memorias dolorosas, soltar el perfeccionismo, aprender a fluir y confiar en el proceso, pedir ayuda, y dejar que todo vaya a su propio ritmo (cosa que todavía sigue siendo un gran reto para mí).
Creo que esos son los regalos más valiosos que hoy puedo celebrar de ese proceso, en el que también he recibido el acompañamiento y sostén de mi editora Keila Díaz (sin ella, no estaría donde estoy).
El tema de los duelos por las partidas físicas de mi tío Papo (y este año la de mi tío-padrino Primitivo) han seguido transformándose paso a paso y yo, a su vez, he tenido el privilegio de contar con recursos y personas que me han ayudado a transitar con más compasión la muerte y los procesos naturales de la vida.
El otro día, mientras hablaba con mi psicólogo, me di cuenta que este año me ha permitido integrar y aplicar las herramientas que he aprendido a lo largo del tiempo con mucho esfuerzo (aunque a veces sea incómodo), pero sobre todo siendo fiel a mí. Eso, sin duda alguna, es un regalazo.
Son muchas las razones que hoy tengo para resignificar la Navidad, celebrar y agradecer.
Creo que más allá de regalos materiales, se trata de apreciar lo intangible y observar todo con una nueva perspectiva. Es una invitación de la misma vida a apreciar lo bonito, aceptar lo incómodo, agradecer lo que tengo y lo que ya no está, valorar lo simple y lo cotidiano, abrazar el dolor y dejarlo estar, navegar todas mis emociones sin juzgarme, escucharme, validarme y regalarme lo que mi ser pide.
Ojalá que puedas ver los regalos que la vida tiene en este momento para ti, independientemente de las circunstancias en las que te encuentres. El dolor y las dificultades que he vivido este año, me han confirmado más de una vez que todo obra para un mayor bien, aunque no lo podamos apreciar al instante. Confía.
Llévate estas preguntas para tu reflexión:
¿Qué regalos intangibles puedes celebrar hoy?
¿Qué le regalarías a alguien importante para ti (que no sea algo material)?
Te envío un abrazo muy fuerte, y deseo que el resto de tu diciembre sea saludable (no perfecto). Gracias por leerme.
Con amor, Angie.
Ame leerte! Siempre recibo una valiosa enseñanza de tu proceso de vida! Plus.. no sabia que existía esta app.. veremos que tal! Te quiero nena!